asociacion valenciana de antropologia

La AVA se corona con el congreso de la FAAEE

Hace unas semanas anticipábamos que el XIV Congreso de Antropología de la FAAEE parecía tener muy buena pinta. Se presentaba como un congreso de transición, de cambio, un espacio donde iban a encontrarse diferentes modos de entender y hacer antropología, perfiles académicos y no académicos hablando de identidad, de género y de migraciones pero también de alimentación, ecología e incluso de empresa.

También dijimos que la FAAEE desaparecía dando lugar a una nueva estructura, la FAEE, dejando caer esa famosa “A” simbólica que pertenecía a las asociaciones. Y efectivamente esto pasó. Pero lo cierto es que no estábamos lo suficientemente actualizados y nos equivocamos con el nuevo nombre. Ya no es FAAEE ni tampoco FAEE. Resulta que la palabra “Federación” tampoco es válida, por motivos que aun no entiendo pero que sin duda apuntan a que la burocracia vuelve a hacer de las suyas. Así que sí, la FAAEE muere, pero su reencarnación aún no ha recibido bautismo. Tendremos que esperar a que la fumata blanca desenrede este lío etimológico.

La que desde luego no está muerta es la Antropología española. Durante unos días Valencia fue la capital de la república antropológica, de la que nadie parecía querer independizarse. O quizás nadie tuvo tiempo para pensarlo. Todo ocurrió a un ritmo tan frenético que cuesta creer que tan solo fueron cuatro días. Me imagino que para los voluntarios que estuvieron a todas horas a pie de cañón, el congreso supuso casi un maratón a ritmo de sprint. Si buscabas una sala, ahí estaban, si te equivocabas de edificio, ahí estaban, si necesitabas un ibuprofeno, ahí estaban. Y si te daba por comentar todo esto en Twitter (#XIVCongresoFAAEE)… ¡ahí estaban!
Para ellas y ellos es nuestro primer agradecimiento. Gracias por habernos hecho la vida más fácil, por ayudarnos a pasarlo bien y por vuestro desinteresado trabajo en pos de esta disciplina. Muchas gracias.

El otro agente al que le debemos haber disfrutado de este maravilloso encuentro antropológico es a la Asociación Valenciana de Antropología (AVA), que por méritos se ha ganado colarse en este titular. Porque lo de la AVA tiene tela. A pesar de que Valencia es una ciudad que no cuenta con un grado en Antropología propio, lo que a priori puede suponer un hándicap a la hora de organizar un congreso (menos voluntarios, menos redes…) la AVA ha logrado sacarse un fantástico evento de la manga. Y lo digo con un etnocéntrico sentimiento de orgullo, tanto territorial como disciplinario.

 

Las personas que acudieron al congreso de FAAEE se llevaron con ellas un trocito de Valencia. Y no es que fuesen asaltando las obras arquitectónicas de Calatrava (si lo hacéis os denunciará por derechos morales). Más bien recibieron un chute express de lo que significa la terreta. Hubo horchata, hubo falla, hubo cremá, hubo ninot indultat, hubo dolçaina, hubo Cabanyal, hubo Algemesí y sin duda alguien se comió una buena paella. Incluso los que somos de aquí pudimos entrar por primera vez a edificios tan emblemáticos como el Palacio de la Exposición o la última planta del Ateneo. ¡Sin olvidar al Museu Etnologic, que también acogió uno de los cotidianos “cocktails” que tan bien combinan con la música de las Spice Girls! Todo bajo el cielo del ya archiconocido caloret que tan tristemente famosos nos ha hecho.

https://www.facebook.com/XIVcongresoantropologiavlc/videos/270709443447735/

Aunque el evento se vistiese de corpiño folclórico, en sus entrañas se gestaba algo bien distinto. Y es que para mí la palabra clave de este congreso ha sido diversidad. Diversidad(es) entre antropologías bien distintas, no siempre de acuerdo entre sí, pero unidas por una misma historia disciplinaria, autores, métodos y referencias, y la misma experiencia de haber sido confundidos incontables veces con paleontólogos.  En Valencia se encontraron las migraciones, el género, el patrimonio, la salud, los derechos humanos, pero también la alimentación, la educación y…(¡oh my God!) de antropología de la empresa. También se habló, y mucho, de profesionalización. Porque si en algo está de acuerdo la mayor parte de la comunidad antropológica es en que la antropología debe convertirse en un oficio y que se debe poder vivir de ella. Ese es el gran reto de nuestra disciplina.

Justamente en esa línea se enmarcaba la plenaria final del congreso. El doctor Vicent Artur Belda actuó como ponente y logró encender con su discurso a gran parte del auditorio. ¡Y no es para menos! En un congreso lleno de ilustres doctores, Vicent Belda habló de capitalismo académico, de futuro, del secuestro de la antropología y de la posverdad. Todo ello bien hiladito y con mucho salero. De vez en cuando se oía a alguien decir… ¡hostia, que caña de tío!

Al final de la plenaria vino lo que para mí es “la guinda” absoluta de este congreso. Y es que resulta que el ilustre doctor Vicent Artur Belda, antropólogo valenciano afincado en Malawi, aquel tío que se había pasado un ratazo hablándonos de posverdad en el congreso de antropología más importante de España… ¡era un actor contratado! Concretamente Joan Carles Roselló (@jcarlesroselló), del que me declaro fan absoluto.

 

Joan Carles Rosello FAAEE

 

No sé exactamente qué droga del manual de Escohotado tomaron los miembros de AVA para que surgiese tal ocurrencia, pero desde mi perspectiva lo bordaron. Estos congresos suelen tener momentos de mucha sacralidad que coinciden con las ponencias de las grandes popes de la disciplina y con los actos formales de apertura y cierre. Son en estos actos donde suelen hablar las personalidades más distinguidas de la antropología, y todos abrimos nuestros oídos para impregnarnos de la vasta sabiduría que te dan los años de experiencia y las mil batallitas vividas. El hecho de protagonizar una plenaria es un acto que per sé distingue al ponente del resto de los mortales, al menos simbólicamente. Nadie va a cuestionar la experiencia ni el curriculum de una persona que imparte una plenaria, a la que se le supone una de las máximas autoridades académicas. Pues zas, en toda la boca.

Con esta elección, Roselló no solo nos habló de la posverdad, sino que la encarnó donde mejor sabe moverse: en lo alto de un escenario. Nos la coló y todos picamos, convencidos de la autoridad que le otorgaba el espacio, sin cuestionarnos nada más, por muy antropólogos que seamos. Tal es la magia del teatro y de los buenos actores. Mostrarnos nuestros a prioris, nuestras taras, nuestras convicciones más profundas. Creo que el actor valenciano protagonizó uno de los momentos más reflexivos del congreso.

Y en cuanto a la AVA, además de hacer gala de una excelente organización, demostró mucha valentía. No debe ser fácil “jugársela” a todo un congreso inventándose un ponente, y que además la jugada te salga tan bien. Hace falta mucha autocrítica, mucho sentido del humor y no tomarse, nunca, demasiado en serio.

Felicidades, una vez más, a todos y todas los que habéis hecho posible este congreso. Será muy difícil que los que hemos asistido podamos olvidarlo. Porque si esta es la FAAEE del futuro, estamos orgullosos de poder formar parte de ella.

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